Archivo de marzo de 2022

Cuarto domingo de Cuaresma

La parábola del Padre Misericordioso

Esta famosa parábola ha recibido varios nombres, siendo el más común el del «hijo pródigo». Con ese nombre se quiere insistir en la figura del hijo pecador y como se arrepiente al final de su conducta. Al mismo tiempo, podríamos hablar con mayor precisión, de la parábola de los «dos hijos». Porque construye claramente dos figuras paralelas de hijos que no comprenden la actitud de su padre. Lo que nos recuerda que es también la parábola del padre misericordioso, figura de un Dios que acoge y rehabilita al pecador que vuelve a él.

Se trata de meditar sobre la actitud de un padre hacia sus hijos, de los hijos hacia su padre. Lo que es común a ambos hijos es su incapacidad para descubrir cuanto amor hay en el corazón de su padre.

El más joven que pidió su herencia regresa simplemente porque tiene hambre. Y se imagina a su padre como un amo severo (o simplemente justo) y ofrece convertirse en su sirviente. Es ignorar que el padre, que le dio todo la primera vez, lo ama y lo esperaba incansablemente. Y que el amor del padre no mide y no cuenta, no castiga, no premia, acoge y se regocija en la sola presencia de aquel a quien ama.

El mayor, a quien su padre comparte generosamente todos sus bienes a lo largo de los días, tiene la misma actitud retributiva e inmediatamente desarrolla celos. Representa al padre como un señor cuyos mandamientos deben ser observados. Es incapaz de entrar en el amor del padre por su hijo menor, por lo que es incapaz también de entrar en la fraternidad.

Con delicadeza el padre lo restituye a su posición de hijo («todo lo mío es tuyo») y lo restituye a su posición de hermano («este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida»).

Ninguno podía entender lo que era el amor del Padre. Un amor que no quiere ni puede tener en cuenta las negaciones y las ofensas. Porque el corazón del padre es amor, don y perdón, alegría por la presencia de cada uno de sus hijos.

Al final de la parábola, el padre, que sale al encuentro de sus dos hijos, les abre de par en par la puerta de su casa. Corresponde a cada uno de ellos, a cada uno de nosotros, saber y decidir si seremos capaces de reconocer el verdadero rostro del padre que es amor y libertad, y entrar como hijos a la fiesta de la Eucaristía.

San José – Día del Seminario 2022

«Sacerdotes al servicio de una Iglesia en camino» es el lema que centrará este año el Día del Seminario.

La Iglesia celebra esta jornada el 19 de marzo, solemnidad de San José. En las comunidades autónomas en las que no es festivo, se celebra el domingo más cercano. En este caso, el 20 de marzo. Es  una ocasión privilegiada  para pedir, dar gracias y mostrar nuestra cercanía con los seminaristas, sus formadores y las vocaciones sacerdotales.

El lema del Día del Seminario 2022 se inspira en el proceso sinodal en el que está inmersa la Iglesia. Junto al Sínodo, dos palabras: sacerdotes y servicio. Sacerdotes, en plural, «recordándonos el sentido del seminario y llamándonos a acrecentar nuestra fraternidad. Los sacerdotes no hemos sido llamados para estar solos. El seminario nos enseña la importancia de la comunidad y la necesidad de vivir una sana fraternidad».

Además, se presenta la vocación sacerdotal como servicio. En el seminario, «los seminaristas aprenden a vivir el servicio y a servir a los hermanos, como parte integrante y fundamental de la vocación. Los intereses egoístas y el provecho propio han de desterrarse y deben dejar lugar al desarrollo de una vocación recibida para ser entregada. Solo desde la entrega la vocación recibe todo su sentido».

Y resume, «si decíamos que el ejemplo de la fraternidad sacerdotal constituye un impulso para los jóvenes que se plantean la vocación sacerdotal, también podemos afirmar que el testimonio de una vida entregada en el servicio infunde ánimos en el corazón de los jóvenes, deseosos de entregarse por completo a una tarea apasionante».  

III Domingo de Cuaresma

Pilato, Siloé, la higuera

En esta página del evangelio, Lucas agrupa tres palabras de Jesús, más precisamente dos palabras y una parábola. Todas apuntan en la misma dirección: las tres enfatizan la necesidad de convertirse cuando es el momento, cuando todavía hay tiempo.

Para el primer episodio, Jesús reacciona a la mala noticia que se le anuncia, y él mismo hace la pregunta: «¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos porque han padecido esto?» Da una respuesta en dos etapas: Por un lado, nadie puede decir tal sufrimiento, tal muerte fue para tal hombre un castigo; por otro lado, nadie puede quitarle a Dios el poder de retribuir a cada uno según sus obras.

Para el segundo episodio, Jesús añade la catástrofe que ocurrió en Siloé; y la enseñanza es la misma: su culpa no era mayor; nos dice que no veamos en su muerte un castigo, pero sí una invitación a la conversión. En cuanto a la parábola de la higuera, Jesús nos describe a cada uno de nosotros. Habla de la esterilidad del Evangelio en ciertos momentos de nuestra vida.

Segundo Domingo de Cuaresma

«Este es mi Hijo, el Elegido, escuchadlo»

Después de anunciar su Pasión a tres de sus discípulos, Jesús los conduce al Monte Tabor. Viven un momento extraordinario: Jesús se transfigura. Una luz divina envuelve su cuerpo humano, Moisés y Elías, es decir la Ley y los profetas, aparecen y se escucha la voz de Dios. Ahora, cuando los discípulos están a punto de instalarse en esta visión beatifica, Jesús los invita a bajar del monte y proseguir su tarea. Aquel cuyo rostro resplandece pronto será el hombre de la cruz. Entre la gloria del Tabor y la debilidad aparente en la cruz, no hay oposición, sino una unidad inquebrantable. Así, la Transfiguración fortalece la fe de los apóstoles y los prepara para la prueba de la Pasión.

También nosotros experimentamos a veces momentos de gracia en los que nuestra fe parece inquebrantable al mismo tiempo que experimentamos completamente lo contrario. La situación del mundo que nos rodea, con sus conflictos, su ritmo frenético, sus tentaciones y sus dolores nos hacen perder la fe. Pero, ¿no experimentó Jesús los mismos estados sucesivos? ¿Por qué debería ser diferente para sus discípulos?

Cristo aceptó toda la debilidad de nuestra humanidad. La gloria de Dios es inseparable de la grandeza del hombre. Por eso no debemos tener miedo a ser enviado por Dios a la Misión. Subir la montaña hoy es tomarse el tiempo de estar en silencio dentro de nosotros mismos para volver el corazón al Señor y escuchar su Palabra. Y entonces, fortalecidos por la fuerza de nuestra oración, podemos volver a bajar al llano para ponernos al servicio de los demás, para llevar un mensaje de esperanza a los más pobres, para trabajar por la venida del Reino, aunque, como los tres discípulos, no sabemos aun lo que significa «resucitar».

CUARESMA

Primer Domingo de Cuaresma

 

Tentaciones

Hay en todos nosotros una fuerza que nos empuja a preferirnos a los demás, a tomar el poder, a dominar. Dentro de nuestras familias, en nuestro entorno profesional, a nivel de Estado. Escuchamos dentro de nosotros una voz que nos susurra: «Te daré el poder y la gloria de todo eso (te daré todos los reinos de este mundo)…». La ambición es un tirano demoníaco que muchos consideran una virtud.

Se nos invita a llamar la atención y la admiración de los demás por nuestras hazañas y logros: «Si eres Hijo de Dios (como escuchaste el día de tu bautismo), tírate abajo (desde lo alto del templo)…». Es verdad que Jesús hizo milagros, pero los hizo por amor y no por notoriedad. Por eso pedía a los bendecidos por Él que no dijesen nada.

En el Evangelio de este domingo, vemos como Jesús responde a las tres tentaciones que el diablo le hace malinterpretando las Escrituras, igual que la serpiente con la palabra de Dios en Génesis 3, con tres citas del Deuteronomio: «No solo de pan vive el hombre…Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto…No tentarás al Señor, tu Dios…».

La cuaresma es un tiempo favorable para volver a Dios con todo nuestro corazón. Que estos cuarenta días en el desierto nos sirvan para deshacernos de todo aquello que no nos permite leer la Palabra de Dios, Adorarle en Espíritu y en Verdad y, seguirle sin condiciones.

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