Querida comunidad:

El 23 de septiembre de 2021 llegué oficialmente a esta Unidad Pastoral. Fue mi primer destino como sacerdote, y con el paso del tiempo, se ha convertido en mucho más que eso: ha sido hogar, escuela de vida y lugar de encuentro con tantos rostros y corazones.
Hoy, al mirar atrás y ver todo lo vivido, no puedo sino dar gracias a Dios por estos cuatro años compartidos con vosotros.

En este tiempo, he aprendido a ser cura entre vosotros. Esta vida pastoral, marcada por los cambios, por dejar lugares, proyectos y personas queridas para empezar de nuevo allí donde el Señor nos llama, tiene algo profundamente evangélico. Porque no se trata de hacer nuestra voluntad, sino la de Dios. Lo único que no cambia es Cristo y su Evangelio. Desde Él, todo cobra sentido.

Me marcho con el corazón lleno de gratitud. Gracias por vuestra acogida, por cada encuentro, por cada celebración compartida. Por el calor humano, la fe vivida juntos, la fraternidad. Habéis sido mi familia, mi comunidad, mi casa.

Cuando llegué, la carta pastoral de aquel año decía: «Es la hora de todos», y os compartía que estábamos llamados a ser piedras vivas en la construcción de la unidad pastoral. Que más allá de los edificios de piedra, está el edificio espiritual, que somos todos nosotros. Yo ahora marcho, pero el edificio sigue. Vosotros seguís, y con vuestra fe y entrega lo hacéis sólido y vivo.

Por eso os animo a acoger a Gabriel con el mismo entusiasmo con el que me recibisteis, o incluso más. Dejaos sorprender por Dios. Abrid vuestro corazón para conocerle y dejaros conocer por él a través de los nuevos caminos que se abren.

Pido perdón por las palabras que no supe decir bien, por los errores, los cambios de horario, las ausencias o las decisiones que pudieron incomodar. Y agradezco, de corazón, todo lo compartido: la alegría, las fiestas, los momentos de familia, la sabiduría que se respira en estas montañas y el cariño con el que me habéis acompañado.

Me voy con la memoria llena de rostros y nombres. Que el Señor, en su providencia, permita que nuestros caminos se vuelvan a cruzar. Seguimos unidos en la misma casa: la Iglesia. Somos hermanos. Somos familia.

Con gratitud y afecto,

Thierry Rabenkogo Mbourou
Párroco y Administrador saliente de la Unidad Pastoral de la Vecilla de Curueño.