Quinto Domingo de Cuaresma

Dios no se cansa de perdonarnos

En el camino hacia la alegría pascual, nos encontramos con una mujer sorprendida en adulterio con un hombre. La Ley de Moisés llama a apedrearlos. Para Jesús, lo que está en el centro no es la Ley, sino el pecador, la persona caída. De acusadores, los escribas y fariseos se reconocen como acusados. Admiten ser pecadores y manipuladores (¿dónde está el hombre?) ante el Señor. La mujer, condenada de antemano, es perdonada. Sólo la Palabra de Jesús es capaz de producir tales cambios. Pero eso no es todo. Jesús despide a la mujer perdonada invitándola a no pecar más. Con ese hecho, Jesús nos dice que tiene fe en nuestra capacidad de volver a Dios a pesar de nuestras caídas. Esta es la fuerza de su misericordia.

Todos somos pecadores. No nos apresuremos a condenar a los demás. Seremos medidos con la misma medida que apliquemos a los hermanos. El juicio será sin misericordia para aquellos que no han mostrado misericordia. Pero al mismo tiempo, no debemos minimizar el pecado, justificarlo o tomarlo a la ligera. Dios es verdaderamente un Dios de Amor, pero Dios no minimiza el pecado. Dios toma nuestros pecados tan en serio que pagó el precio más alto para quitárnoslos. En la cruz de Cristo, Dios demostró tanto su odio al pecado como su amor por cada uno. Como repite el Papa Francisco «Dios no se cansa de perdonar, somos nosotros los que nos cansamos de pedirle perdón».

 

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